A sus 28 años, Cristina Picón Ruiz compagina su trabajo en la gestión laboral de SAT Condado de Huelva (Onubafruit) con su vocación por la agricultura. Desde su experiencia profesional y personal, apuesta por seguir formándose para acercarse cada vez más al campo.
Crecida en una familia dedicada a los frutos rojos, Cristina Picón Ruiz ha estado desde pequeña en contacto con la tierra y con los trabajadores del campo, especialmente mujeres migrantes. Actualmente se está formando en temas agrícolas con la idea de dar el paso hacia un rol más técnico o productivo, sin perder de vista el valor de la gestión.
Ella representa a una nueva generación de jóvenes rurales que quieren transformar el agro desde dentro, sin imposiciones, pero con mucha convicción. Su historia, su compromiso con el medio rural y su forma de entender el relevo generacional desde la gestión le motivaron a presentarse a los Premios MujerAGRO 2024 en la categoría Juventud. Su candidatura a los premios refleja cómo las nuevas generaciones quieren transformar el mundo agrario desde dentro con formación, sensibilidad y compromiso.
Cristina, actualmente tu trabajo principal está en la gestoría de una cooperativa, pero vienes de una familia muy vinculada al campo. ¿Cómo compaginas ambas realidades?
Vengo de una familia dedicada a los frutos rojos. Siempre me ha llamado mucho la atención el mundo de la agricultura y he apoyado a las mujeres que trabajan en él. Conozco bien el trabajo en el campo, ya que sigo vinculada a él, sobre todo los fines de semana. Actualmente trabajo en SAT Condado de Huelva, la cooperativa de la que mi familia es socia, en el área laboral. Lo llevo bastante bien, porque todo está relacionado, aunque en campaña puede ser agotador. Pero también muy satisfactorio. Me encargo del área laboral de 28 empresas: contratos, altas, bajas, papeles con Seguridad Social, SEPE… He aprendido mucho, sobre todo a acompañar a personas extranjeras que necesitan regularizar su situación. También gestiono permisos de trabajo y toda la documentación que necesiten.
Aunque no estás aún 100% dedicada al campo, ¿qué te empuja a seguir formándote y buscar ese camino más directo hacia la agricultura?
Mi padre siempre me ha enseñado el amor y la dedicación que hay que tenerle al campo, y mi abuela es mi inspiración como mujer luchadora. Lo que principalmente me empuja es mi pasión por el campo y las ganas de aprender de él.
¿Te hubiera gustado estudiar algo diferente desde el inicio?
Estoy orgullosa de mi trabajo, pero sí que me hubiera gustado ser perita agrícola. Supongo que a esa edad no sabes realmente a qué te quieres dedicar. He aprendido mucho de gestión, pero cada día me escucho más y me doy cuenta de que no quiero estar todo el día delante de un ordenador con papeles. Necesito estar en el campo. Quiero aprender sobre suelos, cultivos, riego, fertilización, agricultura regenerativa, uso de drones y digitalización del campo. También seguir profundizando en el funcionamiento de las cooperativas y en los derechos laborales de los trabajadores extranjeros.
A menudo se habla del relevo generacional como una continuidad directa de la labor agrícola. Tú lo estás viviendo desde un lugar distinto, desde la gestión. ¿Crees que el campo también necesita perfiles como el tuyo para garantizar su futuro?
Sí, estoy segura. Durante un tiempo me sentí un poco perdida, hasta que entendí lo que realmente me motiva: la agricultura. Quiero seguir formándome y aportar todo lo que pueda. Creo que lo principal son las ganas y la pasión que pongas en lo que haces.
Desde tu experiencia, ¿cómo ves la evolución del papel de la mujer en el sector agroalimentario?
Todavía existe una brecha de género importante. El sector sigue masculinizado, aunque desde la pandemia ha habido avances. Las mujeres representan el 27 % de la base social de las cooperativas, y poco a poco accedemos a más formación y asesoramiento. Pertenezco a Asociación de Mujeres de Cooperativas Agro-alimentarias (AMCAE), que busca fomentar la participación de mujeres en órganos de gobierno. Existen unas perspectivas de futuro optimistas para la incorporación creciente de la mujer al sector agroalimentario y el medio rural.
¿Te has sentido en algún momento cuestionada por ser mujer joven en este ámbito?
Sí, alguna vez. Pero en lugar de venirme abajo, eso me ha motivado más a demostrar de lo que soy capaz.
¿Qué retos detectas en el sector desde tu posición de trabajo?
Las políticas agrarias aún son muy productivistas y no siempre tienen en cuenta lo social o el género. Falta representación de colectivos vulnerables, formación técnica accesible, transferencia de conocimientos y estrategias para adaptarse al cambio climático. Todo eso tiene que llegar también a los pequeños productores, a las mujeres, a las zonas más alejadas.
Tienes una sensibilidad especial por las personas que vienen de otros países a trabajar en el campo. ¿Qué te ha enseñado compartir espacio con ellas?
Me he criado con ellos. Desde pequeña he estado rodeada de personas que dejan su país, su cultura, su familia, para buscarse la vida aquí. Y siempre con esfuerzo, dignidad y alegría. Las mujeres marroquíes que vienen a trabajar durante la campaña me impresionan: muchos meses de trabajo duro, pero también de libertad. Obviamente también los de nacionalidad rumana, búlgara, etc. pero he destacado las marroquíes ya que tienen más restricciones. A veces quieren volver para ver a su familia, pero también les da miedo regresar. Me han enseñado a valorar cosas tan simples como estar con los tuyos. Recuerdo a una mujer rumana que manejaba el tractor como una más. Ella marcaba sus propios límites. También me marcó mucho un momento en que un trabajador marroquí no quiso respetarme como jefa por ser mujer. Me mantuve firme. Fue duro, pero importante para mí.
Si en el futuro pudieras liderar un proyecto propio en el sector, ¿cómo te gustaría que fuera?
Me gustaría que combinara producción y gestión, pero sin perder el contacto con las personas. Lo que más me gustaría es representar a la agricultura, a las mujeres, a sus trabajadores… y también al empresario agrícola, que nadie se imagina lo duro que es enfrentarse al cambio en la producción, a años malos, etc. hasta que se pasa por ahí no se sabe. Es un trabajo durísimo y esencial. Deberíamos estar muchísimo más valorados y reconocidos, es un trabajo muy duro y de primera necesidad para todas las personas del mundo. Sin alimento no hay vida.
¿Qué tipo de agricultura te gustaría ver en el futuro y qué papel te gustaría tener en ella?
Me gustaría ver un campo donde la tecnología esté muy presente, por ejemplo, Inteligencia Artificial para prevenir plagas o drones para riego de precisión y la innovación lleguen a todos, también a los pequeños productores. Sueño con una agricultura más justa, donde haya más oportunidades para las mujeres, más apoyo al agricultor y donde se valore de verdad todo el trabajo que hay detrás de cada cosecha. Mi papel en estos cambios sería adaptarme a ellos si me proporcionan facilidades y está a mi alcance.